Thursday, November 23, 2006

Andenes

Pedro, mi chompa sucia
y sus embelecos de catarro
¿cómo ha sido posible
que este dedo –el sexto-
se me incrustara en la mano?
Es el seso, Pedro, que me sobra,
un tercer ojo
que ciego alumbra las palmeras
(el viento me acunó
en la hamaca y era la zozobra,
no el pánico de la reunión en la selva.)
Un ratón de frac y boina verde
me saludaba en las ventanas
o me esperaba en los puentes
de la Vía Expresa. En mi cuarto,
en Chorrillos, el cenicero, el portalápices
y las begonias
elevaban el vaporcito de la tierra
en los cascos de Bolívar. Mi almohada
amanecía, también el espejo –madriguera
entre las cañas del maizal bullicioso.
Pero las enredaderas
se afectaban al ponerle betún a mis zapatos
y la botella con agua en el morral
y la cadena trenzada en los emolientes
al pasar por Supe
y las monedas y la paciencia
y las cartas…
Perdóname el cansancio, Pedro.
Perdona que te siga con la izquierda,
este esperar que mi mano traspase mi vida
o mi tristeza.

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